No es algo de ahora, ni tampoco de hace poco tiempo. Tampoco es una moda. Antes de la aparición del iPad allá por 2010 ya había tabletas, aunque lógicamente nada parecido a lo que podemos encontrar hoy día en las tiendas online como T-Mobile.

Años antes Microsoft, entre otras compañías, tenían dispositivos que si los tuviésemos hoy día entre manos podríamos tildar casi de primitivos. Usaban una adaptación de la versión para escritorio de Windows, una mala adaptación, con todo lo que ello conlleva.

Antes del iPad la idea de tablet era la de llevar, directamente, nuestro PC a cuestas, pero sin llegar a ser un ordenador portátil. De hecho, algo a medio camino entre los smartphones que teníamos en la época y estos.

Precisamente ahí está el origen del problema con esas primeras tablets. Los smartphones de la época llevaban Windows Mobile, una versión reducida, en tamaño y prestaciones, del mismo sistema operativo que usábamos en el escritorio, lo que lógicamente hacía que la usabilidad dejase bastante que desear.

Mención a parte está el hecho de que las pantallas que utilizaban no eran multitáctiles como las de ahora, y había que interactuar con ellas con un stylus, una especie de lápiz especialmente pensado para su uso con pantallas digitales, algo que provocaba que solo quisiésemos interactuar con estos smartphones lo justo y necesario, ya que esa sucesión de toques en la pantalla con un trozo de plástico parecía más un juego de niños  que estar utilizando un producto tecnológico de última gama.

Tanto en la concepción del sistema operativo como en el tipo de uso, las primeras tabletas heredaron totalmente ese concepto de smartphone, quedando relegadas a un segundísimo plano para el gran público, y solo usadas en sectores profesionales muy específicos y para usos muy concretos tales como portar documentos creados en el ordenador y realizar algún retoque sobre la marcha o para presentaciones en reuniones y demás, pero no apetecían usarlas.

Todo cambió con la llegada del iPad en 2010, nacido a raíz del éxito que supuso la propuesta de smartphone creada por Apple, el iPhone. De hecho, por aquel entonces, se uso como una crítica aquello de “el iPad solo es un iPhone en grande”, cuando precisamente esa era y es su mayor virtud.

La simplificación de la interfaz gráfica de iOS, nada que ver con los sistemas operativos de escritorio, le sentó como un guante tanto a los smartphones como posteriormente a las tablets. Era sencillo de usar, rápido y respondía bien. La puntilla se la dio la eliminación del stylus y el poder usar directamente nuestros dedos para interactuar con la pantalla. La conjunción de estas dos cosas lo cambió todo, ya que ahora si apetecía usar estos dispositivos constantemente, no solo por necesidad, sino porque nos gustaba hacerlo.

La cantidad de aplicaciones que llegaron gracias a la grandísima cantidad de desarrolladores que, ahora si, se interesaron por estos dispositivos, hizo el resto.

Hoy en día usamos los smartphones y las tabletas tanto profesionalmente como para el ocio, con muchas empresas de hardware apostando fuerte e innovando en este sector, como son la propia Apple, Google, Microsoft, Samsung, Lenovo o Sony, entre tantas otras, a las que hay que sumar todas las de software, desde las más grandes hasta las más pequeñas, atraídos por la facilidad de uso, el espectacular mercado que tiene y lo poco que cuesta en términos económicos poder publicar una aplicación o un juego en alguna de estas plataformas.

Recientemente las tablets han dado un paso más hacia adelante. Una vez se ha asentado el concepto, se empieza a mirar más allá de hacer uso de ellas como si de un smartphone con pantalla más grande se tratase y, partiendo la base de esa sencillez, se les empieza a añadir funcionalidades para sacarles más partido.

Es el caso de Microsoft con sus Surface o Apple ya no solo con el iPad normal y el modelo mini, sino con el iPad Pro que presentaron hace unas semanas. A estos modelos se les puede acoplar un teclado adaptado a ellos y usarlos para escribir cómodamente largos textos sin tener que tocar la pantalla, con gestos de teclado incorporados, y con stylus avanzados para poder hacer volar nuestra imaginación con dibujos, bocetos o lo que se nos ocurra, con un software que cada vez nos ofrece más posibilidades, ya no solo a nivel de sistema, sino también en el de aplicaciones.

Muchos apuntan a que pronto llegará un punto en el que dejaremos de lado a los portátiles y serán las tablets, con algún extra, las que cumplirán su función cuando lo necesitemos. Por potencia ya no es, desde luego. Ya solo falta que el software siga creciendo, no hacia uno de escritorio, sino siguiendo su propio camino, para que esto pueda llegar a cumplirse.

Hay mucha competencia, y eso es bueno para todos.