Las notas de Europa Universalis V en las reviews de la prensa

Europa Universalis V nos invita a recorrer casi cinco siglos de historia con una ambición renovada. La premisa sigue siendo la misma que convirtió a la saga en referencia de la gran estrategia: tomar las riendas de una nación y conducirla a través de un marco histórico exigente.

La novedad está en cómo lo hace, con una diplomacia más fina, un modelo económico más profundo, un sistema militar rediseñado y una capa logística que nos obligará a pensar tanto en la próxima batalla como en la siguiente década.

El periodo abarca desde el final de la Edad Media hasta la era de las revoluciones, con la posibilidad de gobernar desde dinastías poderosas como la Yuan hasta ciudades-Estado italianas, pasando por clanes del Japón feudal o, directamente, el papado.

No se trata solo de presenciar hechos clave como la Guerra de los Cien Años o la Reforma protestante, sino de intervenir en ellos y desviarlos si nos conviene.

La ucronía vuelve a ser terreno fértil: ¿y si Inglaterra consolidase sus aspiraciones continentales? ¿y si China proyectase su imperio por todo el mundo? ¿y si la hegemonía mongola no se diluyera en Rusia? Cada campaña promete una historia distinta.

El frente interno gana peso. Toca instaurar paz doméstica en reinos polarizados, equilibrando a las facciones que pugnan por el poder y repartiendo privilegios con tanto cálculo como cautela.

Afuera, la diplomacia se endurece: alianzas que hoy convienen mañana se agrietan, los favores se cobran y las amenazas pesan en la mesa. Elegir a los embajadores adecuados es tan importante como escoger al general que liderará la próxima ofensiva.

La guerra, por su parte, se replantea para reflejar mejor la evolución militar del periodo. Empezaremos en la era de reclutas y mercenarios y, conforme nuestra sociedad se desarrolle, tendremos opción de moldear grandes ejércitos y levantar fortalezas que cambien el ritmo del mapa.

El mando de tierra y mar recae en comandantes con más protagonismo, mientras la logística —esa retaguardia que nunca sale en el cuadro— marca diferencias en abastecimiento, movimientos y desgaste.

La economía se expande con el sistema comercial más detallado que hemos visto en la serie. Decenas de bienes, cultivos y rutas sobre un mapa más rico exigen planificar cadenas de producción, decidir si alimentamos a una población en crecimiento o convertimos excedentes en ventaja comercial y elegir con cuidado qué mercados atacar y cuáles consolidar. No bastará con amasar oro; tocará hacer que circule.

También podremos moldear la sociedad a golpe de decisiones en momentos clave. El juego nos plantea valores que van mutando con el paso de las edades: concentrar poder en la corte o compartirlo con la nobleza, abrir la mano en materia religiosa o condenar a los herejes, apostar por ejércitos numerosos o por cuerpos de élite. Son elecciones con consecuencias que se notan dentro y fuera de nuestras fronteras.

La simulación cultural y religiosa da un salto importante con la introducción de poblaciones visibles directamente sobre el mapa. Las provincias pueden dividirse por credo o cultura y esa diversidad reacciona a nuestras políticas.

Gobernar, así, no es solo colorear territorios, sino entender qué hay debajo de cada color y cómo afectará a la estabilidad, la recaudación o el reclutamiento.